En este tránsito se encontrará con quienes han sido arquitectos de su vida: Rosa, una vecina metiche, quien juntos a sus dos hijas, Porota y Pocha le remarcan casi obsesivamente, sus límites.
Una Madre calculadora y casi lejana y un Padre déspota y hasta cruel que lo hacen sentir insignificante, casi primitivo y que le plantean, como en cada regreso, la única solución a sus problemas: penitencia eterna, encierro en el baño hasta que aprenda, junto a todos los “rubencitos” que retornan cíclicamente.
Una obra íntima, con un relato atemporal de las relaciones y los vínculos familiares. Una actuación medida y a la altura del texto. Lo mejor: el lenguaje gestual que trapasa las barreras de la palabra. ¡Emociona!!
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